Centrado en su presencia
Nuestro primer ministerio es para Dios. Cuando lo contemplamos, nos sentimos conmovidos a adorar con gozosa pasión.
Salmo 27: 4; Lucas 10: 39–42; Santiago 4: 8; Salmo 1: 1–3; Salmo 23: 6; Salmo 26: 8; Juan 4:23; Salmo 22: 3.
Dios se deleita en nosotros y siempre ha deseado estar con nosotros. Nos enfocamos en su presencia porque hemos descubierto que Él está enfocado en nosotros.
Efesios 1: 4–5; Sofonías 3:17; Jeremías 31: 3; Salmo 65: 4; 1 Juan 3: 1; Apocalipsis 3:20; 1 Juan 4:19.
Cultivar deliberadamente el hambre por la presencia manifiesta de Dios y la apertura a experimentar el Espíritu Santo profundiza nuestra amistad con Dios y nuestra conciencia de que llevamos Su presencia por el bien del mundo.
Salmo 73:28; Salmo 107: 9; Juan 1:16; Mateo 5: 6; Isaías 55: 1–2; 1 Corintios 3:16.
Como estilo de vida, practicamos reconocer la presencia de Dios mientras ministramos a los demás, tratando de decir lo que está diciendo y hacer lo que está haciendo.
Juan 5: 19-20; Juan 5:30, Juan 12: 49–50; Juan 14:10; 1 Juan 4: 16–17.
¿Qué significa esto?
Adoramos y tenemos comunión con Dios durante todo el día en todos los aspectos de la vida, como la oración, la Palabra, la creatividad, la música, la naturaleza, la familia, el trabajo y las amistades.
1 Juan 1: 3; Mateo 6: 6–15; 1 Corintios 1: 9; 1 Tesalonicenses 5: 16-18; Colosenses 3:17.
Dios nos ha hecho una morada para su Espíritu.
1 Corintios 6: 19–20; 2 Timoteo 1:14; Colosenses 2: 9-10.
A medida que nos acercamos a Dios, Él se acerca a nosotros.
Santiago 4: 8; Mateo 5: 6; Mateo 6:33.
La presencia del Espíritu Santo nos motiva hacia el amor y hacia cambiar el mundo.
Mateo 28: 18-20; Joel 2:28; Hechos 1: 8.
Estamos llamados a contemplar a Dios cara a cara, sin permitir que nada se interponga entre Él y nosotros. Al hacer esto, somos transformados a la imagen de Cristo.
Éxodo 20: 3; 2 Corintios 3: 16–18; 2 Corintios 5: 18–20; Mateo 22:37.
Conectados con Dios, estamos llenos de alegría y paz y estamos facultados para correr riesgos para extender el Reino.
Salmo 13: 5; Hebreos 1: 9; Juan 15; Hechos 1: 8.
Cada parte de la vida de un cristiano es sagrada y está destinada a ser santa. No vivimos con la falsa mentalidad de que la vida se divide en lo "sagrado" o lo "secular". Más bien, Dios valora y participa en cada área de nuestras vidas. El Espíritu Santo vive en nosotros, por lo que todo lo que hacemos y donde quiera que vamos es sagrado.
Colosenses 1: 16–20; Colosenses 3:23; 1 Timoteo 4: 3–5; Apocalipsis 11:15; 1 Corintios 10:31.
No malinterpretes ...
Estar enfocado en su presencia no significa que los cristianos deben pasar todo su tiempo en adoración privada, desconectados del resto de la vida.
Hebreos 10:25; 1 Corintios 4:12; Gálatas 6:10; Mateo 18:20; Juan 17: 18.
No todo lo sobrenatural es de Dios; debemos usar nuestro discernimiento.
1 Juan 4: 1; Hechos 13: 6–12; Hechos 16: 16-18; Filipenses 1: 9-10; Hebreos 5:14.
Las manifestaciones físicas del Espíritu Santo no son un indicador de nuestra madurez espiritual.
1 Corintios 13: 1–3; 1 Corintios 13:13; Mateo 7: 21-23.
La presencia de Dios funciona tanto en el mundo secular como en el interior de la iglesia.
Salmo 139: 7–12; Mateo 5: 44–45; Habacuc 2:14; Números 14:21; Romanos 5:20.
El Espíritu Santo nos lleva a un estilo de vida centrado en la Presencia, no a un estilo de vida centrado en uno mismo.
Mateo 16: 24-25; Lucas 14:27; 1 Pedro 2:21.